El último tipo en el banco, Tyler Polo contribuye en la cancha o desde afuera

Emmanuel Márquez / BSN

Hace frío allí. El banco de cualquier equipo puede llegar a ser un lugar tenebroso, solitario, oscuro y frustrante. Tyler Polo ha estado sentado en ese calabozo más de una vez y ha paseando en la montaña rusa de emociones que brindan esos últimos asientos justo en el borde la cancha.

Sorprendemente, Polo ha podido gestionar una carrera como baloncelista profesional sin ser la figura estelar. Ha sido capaz de impactar juegos desde la banca con sus buenas vibras, teniendo la sapienza para entender el momento y el temple para reconocer qué necesita el equipo para ganar ese día, aunque él no sea parte del plan.

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Durante sus ocho temporadas en la liga, Polo, de 32 años, nunca ha sido la estrella del equipo. Pocas veces ha iniciado como titular, no tiene trofeos de Jugador Más Valioso [MVP] en los armarios de su casa ni títulos de anotación en sus paredes. Lo que sí tiene es el respeto de sus compañeros así como el de cada dirigente para el cual ha jugado y, más importante aún, el de cualquier otro ser humano suficientemente afortunado de compartir cinco minutos junto a él.

Jugando para su cuarta franquicia en el BSN ahora en Quebradillas, y luego de su paso por Santurce, Bayamón y San Germán, Polo reconoce que cada minuto que reciba debe venir acompañado de todo su esfuerzo y sudor. Los minutos no sobran en Quebradillas, más bien escasean y él lo sabe.

Durante los 10 partidos de serie regular en los que Polo participó esta temporada, sumó solo 55 minutos de juego, eso equivale a una ventana de cinco minutos cada noche para probarle al dirigente que merece más oportunidad y probarse así mismo -como otras miles de veces- que pertenece a este lugar.

Habría que redondear y extrapolar los promedio de Polo para hacerlos mensurables. Pero su aportación no se mide en números sino en una unidad subjetiva que sólo los intelectuales del basket pueden entender. Porque Polo es la pega que mantiene al banco de los Piratas unido. Es ese espíritu positivo que calma las aguas del desespero y contagia paz.

Así llegamos a momentos como el del pasado viernes durante el descanso de medio tiempo del partido de semifinales entre Quebradillas y Guayama. Justo fuera del camerino está Polo recostado frente a la pared. Hoy es un juego grande y él ha tenido minutos extra en la cancha gracias a las lesiones de Luis Hernández y Alexander Franklin. Sus brazos soportan el peso de su cuerpo y no se le ve la cara. Parece estar llorando o quizás en un trance, absorbiendo el momento o peleando con un ‘yo’ interior que amenaza con abandonarlo justo en el medio del camino. Le pregunto, ¿estás bien? Me dice que sí y regresa al juego para anotar 13 puntos, recolectar dos rebotes, propinar un bloqueo, cortar un balón y así clasificar junto a los Piratas, a su tercera Serie Final del BSN. Típico Polo.

“Honestamente creo que a veces no me doy el crédito que merezco”, dijo Polo antes del comienzo de la Serie Final. “Estás trabajando tan duro para ese momento que olvidas todo lo demás. Cuando ayudo al equipo [así] es algo surreal porque es algo que todo el mundo puede hacer. Que ellos me digan que los estoy ayudando o que soy un factor en un equipo como este es algo grande porque tenemos muchos talentos que pensamos que podemos jugar todo el tiempo. Pero no se trata de eso, es enfocarte en tu tiempo y hacer a tu equipo mejor. Ese tiempo para mí es muy especial porque es un momento que he estado esperando por un largo rato”.

Cuando Polo vence a los demonios en su cabeza es capaz de muchas cosas. Es un escolta/ala de 6’ 6’’ con excelente atleticismo que puede lanzar el triple eficazmente cuando tiene el tiempo y el espacio suficiente. A Polo nunca le falta la energía o la intensidad por lo que muchas veces recibe la asignación más difícil en defensa y se acata a ella como orden militar. Es un buen jugador de baloncesto, sin el ‘frosting’ ni el glaseado de los demás.

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