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El Foro de Puerto Rico

Sunday, 6 de June de 2021 - 12:49 PM

El alto precio de jugar al fútbol americano

La encefalopatía traumática crónica está muy ligada a los problemas cognitivos y neurológicos que han venido padeciendo muchos exjugadores.

Llevan la tragedia en su cerebro. Es su oficio el juego que aman y que los ha sacado de una rutina laboral de 40 horas a la semana. A otros, quizás la mayoría, les esquivó de las calles o la pobreza. Es la cara bonita del fútbol americano.

La fea es más horrible y se esconde bajo las sábanas para no estropear un negocio que genera $9.7 billones anuales a los equipos que integran la National Football League (NFL): la encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en inglés) está muy ligada a los problemas cognitivos y neurológicos que han venido padeciendo muchos de sus ex atletas. 

El deporte se ha transformado en espectáculo y el atleta en un ser desechable. ¿Golpes? ¿Lesiones? El afán de diversión de una actividad que es parte de la cultura estadounidense, tan dominical como una visita a la iglesia, no permite tan siquiera pensar en una significativa modificación a su juego. La pena caduca y llegará otro al paredón. 

Antes la CTE se asociaba al boxeo y se denominaba demencia pugilística, pero ahora los estudios han puesto en evidencia el daño cerebral causado por los golpes a la cabeza a altas velocidades de impacto como ocurre en el fútbol americano.  Estos daños pueden ser consecuencia de golpes severos y sacudidas en la cabeza, y hasta cuando la cabeza se acelera rápidamente y luego se detiene abruptamente. 

Un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston dio un paso enorme en el descubrimiento de pruebas cuando examinaron los cerebros de 79 jugadores fallecidos que participaron en la NFL, encontrando que 76 tenía encefalopatía traumática crónica. De paso, estos científicos estudiaron los cerebros de un total de 128 personas que jugaban al fútbol en todos los niveles: desde escuela superior hasta el nivel profesional, de los cuales el 78.9% mostraban signos de CTE. El mayor problema, empero, es que el daño es irreversible, empeorando con el tiempo.

Clínicamente esto se explica cuando el cerebro se somete a repetidos traumas y conmociones cerebrales lo que provoca una acumulación anormal de proteínas tau, las cuales pueden crear masas enredadas en el cerebro lo que puede interferir con una serie de funciones cerebrales críticas. A corto plazo, esto conduce a la pérdida de memoria y un deterioro del juicio, mientras que a largo plazo lleva a la depresión severa y la demencia. 

Precisamente, el investigador de la Universidad de Boston, Robert Stern, fue más lejos al entrevistar a familias de 33 atletas muertos y descubrió un problema serio en el comportamiento y ánimo de éstos que los llevó a actuar con violencia, aislarse socialmente y al uso de drogas, terminando en suicidio algunos casos. 

Otro estudio de la Asociación Americana de Cirujanos Neurológicos, denominado “Concussion in Professional Football: Summary of the Research Conducted by the National Football League’s Committee on Mild Traumatic Brain Injury”, menciona el casco de juego como el factor más importante en la protección de un jugador. A juicio del mismo estudio la seguridad que éste provee está en juego toda vez que la velocidad de impacto se produce en promedio a 9.3 metros/segundo (20.8 mph) y el cambio de velocidad de la cabeza a 7.2 metros/segundo (16.1 mph), lo que se consideran velocidades y aceleraciones excepcionalmente altas y duraciones muy largas. 

La investigación hace referencia a la fuerte correlación de conmoción cerebral con una aceleración de traslación, que debería ser la medida principal para la evaluación del desempeño de los sistemas de protección del casco. De hecho, este aparato de seguridad ayuda a prevenir una fractura craneal, pero no el daño al cerebro que ocurre cuando el impacto hace que el tejido cerebral se zarandee dentro del cráneo y luego rebote de lado a lado.

La NFL ha tratado de hacer algo para frenar los riesgos, con reglamentos estrictos para el manejo de conmociones cerebrales, que incluye sacar de juego o entrenamiento a aquellos jugadores que se sospecha sufrieron una lesión. 

No obstante, no hay forma a la vista de modificar una industria que tiene la fuerza de sentar frente al televisor a 114.4 millones de personas el primer domingo del mes de febrero, generar en un solo día $330 millones de dólares en ingresos publicitarios y en el que los anunciantes están dispuestos a pagar hasta $4.5 millones por un anuncio de 30 segundos gracias a su magno evento, el Super Bowl, según cifras de la revista de negocios Fortune.  

Por su parte, los felices mortales se desviven por ver en juego a estos habilidosos atletas que, al final de sus días, serán en su mayoría parte de las estadísticas de pacientes con Alzheimer, depresión o demencia, como lo demuestra que en un juego de serie regular el ticket más barato cuesta en promedio $81.54 y la media en asistencia es 68,397. 

Justamente, cada uno de los 32 equipos de la NFL recibe $170 millones de ingresos nacionales, solamente por los derechos de trasmisión y de mercadotecnia, mientras un patrocinador como Bud Light, por ejemplo, paga $1.2 billones por seis años para ser la cerveza oficial de la NFL, según la revista de negocios y finanzas Forbes. Es tanto el lucro que los Dallas Cowboys están valorados en $3.2 billones y tuvieron ingresos de $560 millones en la temporada de 2013, al tiempo que otras tres franquicias están cotizadas en sobre dos billones de dólares: New England Patriots ($2.6), Washington Redskins ($2.4) y los New York Giants ($2.1). 

Eso no es suficiente, sin embargo, porque la alta dirigencia solo aspira a más. Al respecto, el Comisionado  Roger Goodell ha dicho que sus aspiraciones son elevar las ganancias de $10 billones a $25 billones para el 2027. 

¿Y las lesiones? Esas tienen precio y pueden transarse con dinero. Mucho dinero, de hecho; hay un acuerdo de cientos de millones de dólares –casi $1,000 millones- por la demanda entablada por aproximadamente 5 mil exjugadores debido a los golpes recibidos reiteradamente en sus carreras y que los ha dejado con signos de demencia o de deficiencia cognitiva a una edad más temprana que el resto de la población.

Cuando Junior Seau se suicidó con un disparo en el pecho a los 43 años de edad, su familia donó su cerebro a los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) para apoyar los estudios sobre las lesiones cerebrales en los futbolistas. Ninguna sorpresa se produjo: los estudios reflejaron que el ex jugador que pasó 20 años en la liga con San Diego Chargers, Miami Dolphins y New England Patriots padecía de encefalopatía traumática crónica. 

Antes se había ido John Mackey a los 60 años de edad, padeciendo de demencia, al igual que la estrella de los 50s, Ollie Matson, sufriendo el mismo padecimiento; así como Cookie Gilchrist, quien sufrió graves daños cerebrales como consecuencia de reiterados golpes en la cabeza a lo largo de su carrera. Otros, como Dave Duerson -quien se suicidó de un balazo a los 50 años de edad-, Ray Easterling, el Hall of Famer Mike Webster y el ex linebacker de los Kansas City Chiefs, Jovan Belcher -mató a su novia y se suicidó delante de los oficiales del equipo-, tenían CTE según demostraron estudios posteriores.  

Esa conducta violenta es a la que se refería el investigador de la Universidad de Boston, Robert Stern, cuando ofreció aquella declaración jurada ante un tribunal que buscaba resolver la demanda contra la NFL. 

Para suavizar la polémica, la membresía de la NFL acordó colaborar con $30 millones por equipo a las investigaciones científicas que realicen los NIH y los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), entre otras organizaciones. 

En cada pase, ‘touchdown’ y hermosa atrapada se están jugando su futuro. Científicamente ha quedado comprobado que el contacto a alta velocidad puede generar serias lesiones cerebrales a largo plazo, sin importar los equipos de protección que porten los jugadores. Esto, sin contar el deterioro físico en las articulaciones, espalda y otras partes del cuerpo. De manera que el listado de pacientes con CTE seguirá en alzada. 

Desafortunadamente, no hay escapatoria. Es el precio a pagar por jugar al fútbol americano.

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